Los prolapsos ocurren cuando las vísceras pélvicas se mueven o desplazan de su posición fisiológica original, empujando a las paredes de las vaginas y descendiendo hacia la entrega vaginal y vulva.

Los síntomas y la sensación de prolapso empeoran en momentos de esfuerzos muy presivos (como deporte de impacto, toser, apretar para defecar), cuando hormonalmente nos encontramos muy laxas (como en la menstruación por la acción de la progesterona) y por lo general, siempre en posiciones de pie, cuando estamos a favor de la gravedad.

¿Cómo reconocer el prolapso?

Depende de qué vísceras se vean implicadas y el grado del prolapso, pueden aparecer diferentes síntomas, incluso al inicio ser asintomáticos, aunque los más comunes son:

  • Sensación de abultamiento y pesadez vaginal: Las pacientes a menudo comentan que la sensación es de tener algo que se cae o que baja, un bulto que parece que se va a salir por la vulva, asociado o no a la sensación de pesadez y congestión.
  • Necesidad de usar los dedos: Las pacientes detectan que deben tocar y meter el prolapso en la vagina para favorecer la micción o la defecación.
  • Molestias y dolor lumbopelvico
  • Puede estar asociado o no a incontinencias urinarias y alteraciones defecatorias
  • Dolor en la penetración en las relaciones sexuales

Las causas de prolapso son muchas y muy diferentes. Por lo general se pueden deber a cualquier lesión o disfunción en las tres capas que conforman el suelo pélvico: Tejido fascial y ligamentoso, debilidad de los músculos del diafragma pélvico y debilidad de la musculatura más superficial del periné, como en el caso de presentar cicatrices de episiotomías que afectan a los niveles internos.

Podemos haber nacido con predisposición a la aparición de prolapso, como en el caso de las personas que tiene una peor calidad en sus tejidos y en el colágeno, mujeres con escoliosis, personas que nacen con una disposición alterada de las vísceras pélvicas o vaginas muy cortas de longitud etc.

Pero a parte de los factores genéticos, hay muchísimos momentos a lo largo de nuestra vida en la que podemos estar expuestas a su aparición, de hecho, la edad y el número de partos (sobretodo vaginales) aumenta la posibilidad de aparición de prolapso pélvico con el tiempo.

La edad es un factor predisponente ya que el cambio que se produce a nivel hormonal repercute sobre el tono, la fuerza, la elasticidad y el trofismo de los tejidos del cuerpo. El cambio hormonal afecta a la musculatura, ligamentos y tendones. El colágeno es la estructura que aporta flexibilidad y resistencia a muchos tejidos de nuestro cuerpo, entre ellos, articulaciones, ligamentos, tendones, huesos, paredes de los vasos sanguíneos, dientes y piel, fascias y órganos vitales. Esta pérdida de colágeno también afecta al tejido perineal, su tono, resistencia y la posición de las vísceras pélvicas. Por ello, en la menopausia, así como las alteraciones hormonales, aumentan la posibilidades de sufrir una disfunción del suelo pélvico

El factor “tiempo” no es válido para una rehabilitación de prolapso, sino el factor Endocrino.

Otros factores de riesgo para la aparición del prolapso son:

  • Realizar deportes de alto impacto
  • Estreñimientos crónicos y distales
  • Partos instrumentalizados
  • Obesidad y sobrepeso
  • Tabaquismo
  • Mujeres con afectaciones respiratorias crónicas
  • Mujeres con profesiones que impliquen grandes esfuerzos abdominales y presivos

¿Cuáles son los tratamientos?

Las recomendaciones indican que se deben agotar todas las posibilidades de tratamiento conservador antes de optar por la cirugía. Además, siempre tenemos la disponibilidad de poder usar pesarios para poder atrasar o incluso no considerar la cirugía.

  1. La primera parte del tratamiento siempre consiste en detectar y reeducar, Suprimir o minimizar los factores de riesgo perineal que puedan agravar los prolapsos.
  2. Ejercicios activos de suelo pélvico, que tienen evidencia cintífica de primer nivel para activar las fibras tónicas del suelo pélvico. Se puede considerar el uso de electroterapia al inicio si la fuerza está muy debilitada y por supuesto empezando siempre con biofeedbacks para entender bien la ejecución.
  3. Reeducar al suelo pélvico sinérgicamente con el transverso abdominal y el resto de la musculatura tónica postural, así como la relajación del diafragma torácico.
  4. ¡Adherencia al tratamiento! No vale con ir a consulta o entrenar una vez a la semana, necesitamos trabajar a diario en casa bajo las recomendaciones de nuestros fisios y entrenadores.
  5. Valoración del uso de pesarios para poder acompañar al tratamiento y la rehabilitación.
  6. Decisión conjunta interdisciplinar con la paciente de la cirugía, acorde a sus necesidades de la vida diaria, su edad, situación hormonal y habiendo agotado previamente las opciones conservadoras.

Por último, queremos incidir en que los prolapsos de grado I y II pueden llegar a ser reeducables. Los de grado III y IV necesitan valorar el uso de pesarios, rehabilitación y cirugía para aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de la paciente.

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