Es evidente que el cuerpo de una embarazada cambia a medida que avanza en la gestación; se producen muchos desajustes originados por los cambios fisiológicos que acontecen durante esa etapa. 

El cambio más significativo en el cuerpo de la embarazada es el crecimiento de la barriga. Esto, junto con el aumento de peso, hace que se vaya adoptando una posición en la que el centro de gravedad se desplaza hacia delante, acentuándose así la curvatura a nivel lumbar.

También se verán cambios considerables a nivel visceral, pues a medida que avanza la gestación, tienen menos espacio para alojarse. Por esta misma razón, habrá alteraciones a nivel respiratorio. Por otro lado, a nivel psíquico se observarán múltiples variaciones, motivadas por las hormonas gestacionales.

Teniendo claro que esto va a suceder, sí o sí, es momento de comprender que hay formas de compensar esos cambios, así como minimizar las consecuencias de los mismos. ¿Cómo? Muy sencillo, entrenando.

Es determinante saber que este proceso debe ir ordenado por profesionales del sector, quienes serán los encargados de guiarte durante esos nueve meses en los que tu cuerpo tendrá cambios importantes en un espacio corto de tiempo.

Todo comenzará con la aprobación del ginecólogo. Solo si existiese una contraindicación absoluta, estaría desaconsejada la práctica física. Con una contraindicación relativa, ya es viable entrenar (con las correspondientes adaptaciones). y si es inexistente la contraindicación, no busques excusas.

El ACOG (American College of Obstetricians and Gynecologysts) estipula que un embarazo sano debe ir acompañado de un programa de actividad física en el que se debe prescribir ejercicio cardiovascular y de fuerza, de intensidad moderada/vigorosa unos 30 minutos al día. Este debe adaptarse en base a los cambios anatómicos y fisiológicos, a la condición física previa y a la semana de gestación.

Con un entreno guiado y adaptado, se minimizarán los riesgos y patologías asociadas al embarazo.

Los objetivos principales del programa de entrenamiento serían:

  1. Mejorar el tono de la faja abdominal.
  2. Mantener la sinergia de la faja abdominal y el suelo pélvico.
  3. Fortalecer la cadena posterior y liberar la anterior.
  4. Movilizar la cintura escapular y pélvica.
  5. Mantener la resistencia cardiovascular.
  6. Flexibilizar estructuras clave para el parto.

Los puntos a tener en cuenta durante el entrenamiento serían:

  1. Movilidad-activación.
  2. Respiración-estabilidad.

Gracias al entrenamiento se regulará la ganancia de peso graso, se mejorará la capacidad funcional, el bienestar psicológico general, se producirá un alivio del dolor lumbar y una disminución de la incidencia de la diabetes gestacional y la preeclampsia.

Los beneficios de entrenar durante el embarazo van más allá de mejorar la calidad de vida durante esos nueve meses. Estudios demuestran que las mujeres embarazadas físicamente activas tienen partos más cortos, pues la fase de dilatación se acorta considerablemente [i]. A esto queda añadir que la recuperación tras el parto también se ve condicionada por la forma física que la mujer tuvo durante la gestación.

Hay motivos más que suficientes para plantearse un embarazo activo, no importa si anteriormente no eras una gran deportista. Es un buen momento para entender que el ejercicio tiene muchas consecuencias positivas y que incorporarlo a tu rutina te hará ganar en salud.

Hoy en día, solo un 20% de las embarazadas cumplen con las recomendaciones mínimas de ejercicio y la principal causa de esto es la falta de información sobre la seguridad del mismo. Infinidad de mitos al respecto se escuchan a diario, pero no son más que eso, mitos. Está más que demostrado que el impacto positivo del entrenamiento en la mujer embarazada así como descartada la correlación entre la actividad física y alguna afectación negativa hacia el feto.

Así que no busques más exclusas y apúntate ya a nuestras clases de Mamifit Embarazadas. ¡Te esperamos!

 

[1] https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25615706

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