Me han preguntado mis queridas amigas de Mamifit, compañeras de aventura y mujeres a las que admiro infinito, ¿cómo me organizo? ¿cómo concilio? Y estos retos me gustan porque me ayudan a parar, a pensar, a tomar conciencia de cómo lo estoy haciendo y aunque sea en algo pequeñito, mejorar.

¿El confinamiento me pilla en un momento malo o bueno? ¿Qué pensáis?

Los primeros días todo era gris oscuro casi negro. La situación me superó. Porque yo soy una persona muy muy organizada. Me gusta controlar lo que puedo. Llevaba semanas, concretamente 41+3 semanas esperando esta nueva etapa. Lucía se había hecho esperar y llegaba con un poco de retraso, pero con la luz de un nuevo momento personal y profesional, muy deseado. Después de 5 años dejándome la piel, conciliando como podía, disfrutando muy intensamente de la vida, necesitaba PARAR, tomarme mi tiempo, distanciarme y repensar mi camino. Hacía dos semanas que no iba a la Malasmadres House, el equipo estaba organizado y yo me sentía orgullosa. Estaba en casa, pasando los últimos días, dedicando tiempo a fuego lento a sus hermanas y preparando la llegada sentada en una pelota de pilates, contando contracciones y recorriéndome el barrio de punta a punta “a ver si de una vez esta niña se decide a salir”.

Pero la vida tenía otra cosa preparada para mí y Lucía.

Los 15 primeros días de Lucía fueron un regalo. Ahora lo veo como eso. Porque estuvieron a mi lado mis padres y la vida fue lenta, como yo la había planeado. Lenta pero intensa porque ya sabemos lo que son los primeros días de la maternidad: ojeras, puntos que tiran, pechos que duelen, un bebé que se va adaptando y las hormonas a lo loco encontrando su camino como podían.
Recuerdo el día que fui a por las buenashijas por última vez al colegio. Parecía un juego. Teníamos que estar en casa unos días para parar a un virus nuevo llamado covid-19. “Unos días las 4 juntas” ni tan mal, pensé. Pero en cuestión de horas todo se fue complicando y la incertidumbre nos nubló la vista a todos. Información a cada minuto. Bulos. Dudas. Mensajes y miedos. Muchos miedos. A que Lucía no estuviera bien. Miedos de que todo lo trabajado y sufrido se perdiera. Miedo a la enfermedad, a la crisis y miedo a cambiar mi plan. Impotencia. Cabreo. Frustración y tristeza. Y con la tristeza el duelo. Y con el duelo la energía necesaria para remontar el vuelo.

Y poco a poco, con rutinas, con muchísima corresponsabilidad con el buenpadre. Tú a las comidas. Yo al mocho. Fuimos construyendo esta nueva vida en la que no se podía parar, en la que tuve que coger las riendas de una nueva vida y de un proyecto que había que repensar. Tocaba reestructurar los objetivos, los proyectos, los planes, organizar al equipo y continuar. Fueron un par de semanas de locura total. Sin saber muy bien cuál era el camino.

Pero, ¿sabéis realmente lo que me ayudó a sobrevivir? Los ratitos de Paz con Lucía.

Y entonces me di cuenta de que el confinamiento me había pillado en buen momento. En el momento que yo había preparado sin saberlo. En el momento en el que tenerla a ella a mi lado me daba la paz y la luz que iba a necesitar. Quizás sin ella hubiera sido distinto. Quizás sin ella el hecho de que el mundo nos parara en seco me hubiera removido más aún porque yo no hubiera estado preparada para parar. Así que ahora cobran más sentido que nunca las palabras de mi madre de: “esta niña va a ser muy especial, Laura”. Y no nunca hubiera imaginado que lo sería tanto. Porque no solo para mí, ella es la paz para sus hermanas y su padre, es la razón de parar, de saber que todo saldrá bien, de mirarla y saber que la vida continua aquí dentro, mientras fuera se ha parado.

Y quizás no os he explicado cómo me organizo, que era lo que pensaba hacer al inicio. Porque me organizo bien y me organizo mal. Estos días las emociones aparecen como torrentes de risas o de lágrimas sin esperarlas. Hace días que decidí vivir el día a día. Cada mañana, en mi hora feliz, como dice Laia Arcones, aprovecho para revisar la agenda, adelantar trabajo y tomarme un café. Hoy me espera un gran día en el que dejaré espacio y tiempo al trabajo en equipo, a las Malasmadres, a llamar a mi madre, a sentir a Lucía, a jugar con sus hermanas, que me vuelven loca y a tener mi momento. Porque ahora más que nunca, con la presión de estar en casa sin escapatoria, necesito huir y estar conmigo misma, entrenar con Raquel me hace estar presente y conectar. Ese es mi momento. Cada una elige el suyo. Lo demás puede esperar porque no soy superwoman y mañana seguiré con las mismas canas, con la ropa sin ordenar ni planchar, con mil tareas por hacer, pero lo importante está.

Y mañana será otro día y quizás no esté tan fuerte o positiva, pero siempre tendré mis ratitos de Paz con Lucía. Busca esos ratitos de paz, conecta con ellos porque son los que nos van a hacer que este tiempo de confinamiento nos enseñe y nos transforme para el futuro. Y mañana ya veremos. Ahora no tenemos las respuestas.

Todo saldrá bien si nos cuidamos, si nos queremos y no nos olvidamos de nosotras. Si somos capaces de ver este momento de miedos e incertidumbre como una oportunidad para ser y estar mejor.

Deja una respuesta