Es curioso que te inviten a escribir en un blog de mamás cuando ni si quiera sé si podré llegar a serlo algún día… Hola! Soy Carla Saiz y puedo decir que he sobrevivido a un cáncer de mama a los 31 años.

La gente te diría que es mala suerte, o no. Pero mi ADN y el universo decidieron brindarme una mutación genética: el gen BRCA1. Un gen que todos tenemos, pero lo puedes tener mutado, o no. En mi caso, mutación al canto; lo supe a los 25 años, tras una analítica y porque mi madre se empeñó en que me la hiciera. Ella vivió la pérdida de su madre y de su tía por cáncer de pecho, ambas muy jóvenes. También vivió como su hermana mayor lo tuvo a los 39 años; y no le cuadraba que estuviese ocurriendo en tantas mujeres de la familia. Se hizo una analítica con 40 años, dio positivo y decidió mastectomizarse de manera preventiva para que no le tocase el premio gordo. Años mas tarde también tuvo que quitarse los ovarios. Este gen es así, afecta a los pechos y a los ovarios y tienes un 80% de padecer un cáncer en ambas partes de tu cuerpo a lo largo de tu vida.

Mi guerrera! Y que después de todo esto, haya tenido que vivir otra vez el cáncer con su hija mayor (mea culpa…); y al poco tiempo con mi hermana pequeña, que tras lidiar con mi enfermedad, se tuviera que quitar los pechos para prevenir con 27 años. Y ahora otra vez con su hermana mayor, que ha pasado de nuevo por su segundo cáncer a los 65 años. Ya está bien, ¿no? Ahora ya ha llegado el momento de que la vida nos regale un poco de tranquilidad.

Cuando a los 25 supe que tenía muchas papeletas, fui haciéndome a la idea de que a los 30 (mi oncóloga me decía que era la edad tope que me ponía para quitarme los pechos y así prevenir), tenía que someterme a la mastectomía. Yo lo veía como una mutilación. Al fin y al cabo, que te quiten los pechos de golpe siendo tan joven, me causaba bastante trauma, y siempre le decía a mi doctora que sí, que los íbamos a quitar, pero que me diese algo de tiempo para hacerme a la idea.

Pues ese tiempo que necesitaba no existía. Esperé un poco más de los 30, y al año siguiente, entre una revisión y otra de apenas 6 meses de diferencia, me tocó el premio. Un 31 de mayo de 2018 me encontré con un tumor triple negativo en estadio III, y sin saber si iba a tener afectadas otras  partes de mi cuerpo. Por suerte no fue así.

Cierto es, que en esos momentos de mi vida, estaba sumergida en una  rueda de estrés laboral y emocional, la cual creo y siento, que acompañó para alimentar que aquel tumor apareciera.

Como podéis imaginar, mi mundo se paró. Dediqué un año y medio al tratamiento y pasé por dos operaciones: primero quimioterapia durante 6 meses cada 21 días, sin saber si la medicación que me estaban dando iba a hacer su efecto. La idea era reducir el tumor, para luego en quirófano poder quitar lo que quedase de él junto con el resto de las mamas.

Pero, ¿sabéis qué? Tuve suerte, y mucha! A pesar de lo mal que me lo pintaron, porque realmente no existe un tratamiento de quimioterapia para los tumores tiple negativo, cuando acabé la quimioterapia no quedaba resto del tumor! Los médicos alucinaron un poco. Tuve una respuesta completa al tratamiento, y 30 días después, entré a quirófano para despedirme de mis pechos para siempre. Recuerdo aquella fiesta sorpresa que me hicieron mis amigos para despedir a mis pechitos una semana antes. Triste, a la vez que hermoso.

Me libré de la radioterapia después de la operación. Como no quedaba rastro de aquella pelota que apareció en mi vida para darme un toque de atención y una enseñanza, los médicos decidieron que no era necesario. Y pensé, suerte la mía! Ahora lo único que me queda es volver a FLORECER.

Porque sí, cuando uno cae en los más hondo, cuando te adentras en tus partes más oscuras por medio de una enfermedad tan dura como es el cáncer, solo tienes dos opciones: dejar que te lleve por delante, o darte cuenta de ver que está fallando en ti para poder cambiarlo y volver a empezar.

Y así hice. A pesar de tener muchas papeletas por la parte genética, siento que es algo que tenía que ocurrir así en ese momento de mi vida; un gran toque de atención que el universo me estaba dando. Algo como: “Carla, si no te quieres tú, no tiene sentido nada de lo que estás haciendo en este mundo”.

Y por ahí comencé, decidí empezar a quererme de verdad, por encima de todas las cosas. Aprendí a decir que no, y a pensar por encima de todo primero en mí (desde el amor y no desde el ego), y después en ofrecer al mundo lo que soy realmente.

He empezado estas palabras diciendo que no sé si podré ser madre, porque en un año, a los 35, tengo que someterme a la extirpación de mis ovarios, y empezaré mi camino hacia una menopausia precoz, provocada intencionadamente para salvarme la vida.

Y sólo os quiero decir una cosa. Ser madre debe de ser algo maravilloso, no lo dudo. Pero si no tienes salud, ¿de qué sirve ser madre? No quiero volvérmela a jugar, ni esperarme otra vez, es inviable. Hay muchas maneras de tener una familia, y muchos niños que necesitan una. Pienso en la posibilidad de no crear un ser que tenga parte de mí, y me conduce bastante hacía la tristeza; pero también pienso en la posibilidad de morir joven por un cáncer de ovario y me cago de miedo.

Así que por encima de todo, estamos nosotras, las mujeres, hermosas y valientes, madres, hijas y abuelas, todas con nuestras luchas internas, pero capaces de guerrear con todo lo que venga a través de nuestra maravillosa luz.

Solo espero que mi testimonio sirva para apoyar y dar luz a todas aquellas de vosotras que estéis pasando por un proceso similar. Que sepáis que sí se puede salir, aunque también seáis conscientes de que no está garantizado. Es cuestión de suerte, de actitud ante la vida y de lo que el universo nos tenga previsto. Es tu camino.

Vivir, esa es la idea por encima de todas las cosas. Disfrutar de las pequeñas cosas, de esos momentos que parece que no son nada, pero lo son todo cuando realmente tomas consciencia de ellos.

Y para todas las demás, ojalá os sirva de inspiración para daros cuenta que estamos de paso, y que es muy importante hacer siempre las cosas desde el corazón. ¡Sin miedos ni estigmas, somos mujeres joder! Sin nosotras el mundo no hubiera conocido lo que es la lucha por la libertad del ser.

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