Cuando te conviertes en madre, desde el mismo momento en el que sabes y cuentas que estás embarazada, comienza la lluvia de consejos. El mejor consejo que me dieron a mi, y el único al que realmente hice caso, me lo dio mi amiga Yoana: “Dale mucho amor, día y noche. Solo amor, Raquel”.

Y así fue como comenzó la historia de amor más bonita que podía imaginar. La mía con Noah y, al mismo tiempo, la mía con mi madre. Sí, así es. No conozco mayor lección de vida que la de ser madre para darte cuenta de lo que es el amor incondicional y la generosidad ilimitada. No me malinterpretéis, con esto no quiero decir que empezara a querer a mi madre cuando tuve a LittleN, siempre la he querido con locura, pero es cierto que fue en ese momento cuando comencé a entender la magnitud de todo. Seguro que sabéis de lo que hablo.

La principal función de los padres es amar y educar a sus hijos. Estar siempre a su lado apoyando, aconsejando y acompañando, aún cuando no estén de acuerdo con ciertas decisiones.

Y esto mamá, lo has hecho incansablemente conmigo. Aún lo sigues haciendo ahora, apoyándome absolutamente en todo, dándome -desde la sombra-, esa confianza que todos me dicen que me sobra, pero que no saben que es tuya.

Mi amiga Laura Baena escribió una carta a su madre que me hizo llorar. Lloré porque compartía cada palabra como si fuera mi mano quien lo escribía todo. Casi, casi hasta cuenta la promesa que me hiciste cuando yo era muy pequeña, y que últimamente te recuerdo y tú intentas negarla entre risas, pero las dos sabemos que me lo dijiste- vale, te lo pedí yo como regalo de cumple-:

“Mami, tienes que regalarme esto: serás inmortal”

Y me dijiste que sí.

También pienso muchas veces cuando, con 14 años, dejé Gijón para dedicarme profesionalmente a la danza en Madrid, y las pocas ganas que tenía de pasar un fin de semana con vosotros en casa. ¡Qué adolescencia tan complicada, por Dios! Solo espero que Noah salga a su padre en esto.

 

Ahora eres tú la que me dice que no hace falta que suba tanto a Asturias, el karma, que todo lo devuelve. Y es que a pesar de que tuve unos 10 años donde creía que la familia era un rollo, ahora bien sabéis que soy la más cansina de todos, intentando planear viajes en familia, inventándome eventos para estar juntos. Muchos me decís que me hacen falta más familias para hacer todos los planes que os propongo. ¡Hasta provoqué que el padre de LittleN fuera de Gijón para no tener que dividir mis Navidades!

Me encanta hablar de nuestro viaje madre-hijas anual, y sacar los billetes antes de que Jen y tu terminéis de confirmar que sí, y así no tengáis ninguna excusa. Me encanta pensar en comprar una casa grande contando con vuestra habitación. Me encanta decirle a todo el mundo que me cuenta que es de Gijón, si conoce “el Restallu” y decirles orgullosa que tú eres la que ha convertido a ese restaurante en el local de referencia de la ciudad que más amo.

El caso es que, aunque sé que eres inmortal y que siempre vas a estar, cada día soy consciente de que te necesito más, y que quiero que pasemos más tiempo juntas.

No me ha hecho falta una pandemia para darme cuenta de esto, lo sabes, pero me empieza a cabrear la situación, porque ya empiezo a sentir que no puedo esperar más para vernos. Y tú, mamá, serás lo primero que vaya a ver cuando todo esto pase. Porque de todos los valores y principios que me has enseñado, que son muchos, el más importante es que la familia es lo que hace girar el mundo, y no puedo estar más de acuerdo.

Gracias mamá por darme la vida, por estar y por dejarme ser lo que siempre he querido ser. Gracias por darme todo lo que necesito para intentar ser la mejor madre posible para LittleN. Ojalá logre que Noah sienta por mi el amor y admiración que tengo yo por ti.

Te quiero.

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